
Cuando era pequeño, siempre jugaba con mi
anhelo, le contaba historias, y le brindaba ese amor
afectuoso que poco a poco se
fue consumiendo p
or los estragos de la edad, del cambio de aires, y de las dificultades para poderme identificar en masas, en plebes, en
círculos. La infancia
fué un lindo momento para poder transpirar en los aires de la No intolerancia, para poder deleitar los placeres del poder absoluto de vuelo, que aún decayendo en el momento de hacerlo, nada importaba ni afectaba, pus el intento era lo que contaba, lo que valía para la circunstancia, de hacer lo que hacía y
fué así como
fuí ganandome el corazón de gente, pero
fué una alegría ajena, de aquellas que te causan euforia pero no te ponen de buenas,
puesto que están habladas en otro idioma al cuál tu no perteneces, me pretendían lograr un gol para el marcador, un sueño para el entrenador, y un suspiro para ellos. Pero era justo allí, en el campo, en donde yo mismo luchaba contra el romance de comenzar a vivir con paz interior, con valores creados por la misma imaginación solitaria que en debajo de un
arbol de mango,
trastornaba los desafíos intelectuales que podrían venir en el futuro, allí en ese campo de
futbol, que al finalizar, comenzó a cobrarme cuentas por ser de tiempo extra, allí donde metí el primer gol, y con entusiasmo
fuí a besar a mi amor, a mi vagabundo cómplice de noches, con el que jugaba con muñecas parlantes, ajenas a
plasticismos actuales, y firmes como las más bellas damas de nuestro tiempo, pero... vinieron mis padres, me quitaron de un arrebato las
ilusiones plasmadas en un beso, en una caricia y en un sentimiento de querer ser un chico distinto a los demás, que
propusiera e hiciera las cosas para la felicidad colectiva y no intuitiva, de esas que quedan
plasmadas para la historia y no para el momento.
allí en ese campo de fútbol con mi entrenador islandés, con gente evangélica
gritándome, y
susurrándome, allí cuando perdí la inocencia de querer ser distinto desde una edad que lo podía todo, a excepción de la falta de atención de ellos.
allí junto a esos raros hombres, allí junto a él.
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Willie NelsonEtiquetas: Él, Música, Recuerdos, Sigur Rós